Despierta Riky, despierta muchacho.
¿Sí, que pasa?. Manzano me ha zarandeado hasta que me ha devuelto a la realidad.
Estoy empapado en sudor, desorientado y me siento fatal. La pesadilla me ha traído dolorosos recuerdos.
¿Qué hora es, y qué demonios haces aquí?. Le pregunto a Manzano, quien responde de inmediato.
Una a una. Son las diez de la mañana de un maravilloso jueves primaveral; y estoy aquí para presentarte a los dos chicos que a partir de ahora serán tu sombra.
Para el carro... Le digo un poco despistado, en tanto recompongo un poco mi apariencia.
Me lo has prometido. Me recuerda. Hicimos un trato, y no seré yo el primero en romperlo. Me amenaza de forma sutil y continúa. No te van a molestar, palabrita del niño Jesús. Promete besando los dedos de su mano derecha haciendo la señal de la cruz. Yo cumpliré mi parte no publicando conjeturas hasta que fotografíe su cadáver. Negocia.
Podría mandarte encerrar. Todos los chicos atestiguarán que entraste pegando voces en mi despacho. Le digo mirando a través de las acristaladas paredes que me rodean. Puedo decir que me amenazaste. Como mínimo serán dos días.
Aunque así fuera, me pregunto cómo podrás conseguir que se paren las rotativas, tengo puesto al corriente a varios colaboradores. Sonríe plantándome cara.
Me tiene de nuevo a su merced. Transijo con ciertas condiciones.
A distancia... Lejos y fuera de jefatura, esto no es un hotel. Le advierto apuntándole con el indice.
Manzano se sienta en el sofá del despacho ante mi cara de asombro.
No recuerdo haberte invitado a que te quedes, y mucho menos a que te pongas cómodo.
¿No me vas a perdonar nunca Ricky?. Pregunta con cara compungida pero poco creíble.
No me gusta que me llames Ricky. Manzano pasa absolutamente de todo y sigue con lo suyo, que por regla general es sacarme lo mío.
É que me he portado mal contigo en alguna ocasión. No deja de ser el mismo cínico de siempre, tiene bien aprendido su papel.
¿Alguna vez?. Maldito hijo de ramera. Le espeto acusándole de forma directa y clara. Estás siempre a ver como jodes con tus asquerosas mentiras. Se siente ofendido, y con la pose que adopta siempre que trata de parecer dolido, me dice manteniendo la pose.
¿Mentiras yo?. ¡Jamás de los jamases!. En todo caso distintos puntos de vista. Lo expresa de tal forma que hasta él parece creérselo.
Bueno, vamos a dejarlo en empate. Le digo pretendiendo dar por terminada la ya interminable visita. Me siento tenso y se lo hago saber. Pero en vez de despedirse saca de su chaqueta una petaca de bourbon, sonríe y me la pasa.
Para la tensión lo mejor es un trago largo. Y si es de Jacks Daniels reserva, mucho mejor.
Acepto con una sonrisa deportiva y apuro un buen trago.