domingo, 10 de marzo de 2019

Capítulo 9º.



Comisaría del Distrito Este.

Como todos los días la comisaría da la imagen de una casa de locos, policías de uniforme y gente de paisano andando por pasillos y escaleras, o esperando en las zonas habilitadas para las denuncias u otras gestiones propias del centro policial.
La zona que se supone debe controlar pasa por ser la más variopinta y conflictiva de la metrópolis.
Arranca su distrito desde las afueras de la ciudad, en la zona de los  chalets más fabulosos del Estado. Uno de los límites lo marca precisamente en esa zona el Río Durango, una caudalosa frontera, que a lo largo de su recorrido por el área metropolitana es cruzado por numerosos puentes y queda remarcado por varias docenas de playas y varaderos, donde se puede pescar y/o bañarse en algunos de los primeros y amarrar y embarcar en los segundos. El otro límite se encuentra dentro del centro de la gran urbe, abarcando completamente el barrio viejo, que no antiguo, y obrero de la ciudad, donde se refugian los marginados y los espaldas mojadas. El Parque Central, patrullado por agentes a caballo y vehículos motorizados, se encuentra entre los dos límites, más cerca del último que del primero.
Es medio día, la hora del relevo en comisaría, unos agentes entregan los autos patrulla en tanto otros salen a comenzar su labor, hay quien debiendo haber salido ya, aún pierde el tiempo en los pasillos del recinto policial.
Ya estamos como de costumbre jodiendo la marrana y haciendo que pierda los nervios. Grita fuera de sí con evidentes muestras de estar muy  cabreado y con gesto nervioso, un suboficial de color a dos agentes que con gran parsimonia toman café apoyados en la máquina que lo expende cerca de la puerta principal.
Jhon... mira para ese lado, yo lo haré para este. ¿Ves algún nervio? Dice con cara de cachondeo el agente Juan Sánchez.
En absoluto Juan, no veo ninguno ¿Y tú, vez algo? Contesta el aludido Jhon Crawford.
Se acabó, me tenéis hasta las mismísimas pelotas, anotaré esto en vuestra hoja de servicio: insulto a un superior. Les hace saber el suboficial Morrison apuntando a ambos con el dedo índice.
Bueno, bueno... tampoco es para ponerse así sargento, ya nos íbamos. Abrevia Jhon.
Adiós sargento Morrison... que tenga un buen día... y no pierda los...
Morrison hace amago de atizarle a Juan con la carpeta que sostiene con la mano, pero estos no se esperan para verlo acabar la acción. Se pierden en dirección al aparcamiento antes de que el suboficial pierda definitivamente los nervios y la compostura.
Arrancan el auto patrulla y salen del aparcamiento en dirección a su zona,  como de costumbre.
¿Qué socio, apostamos a ver quien acierta la primera chorrada que nos manda hacer el sargento esta tarde? Pregunta Jhon.
¿Qué será será, un incendio, un atraco, tal vez una violación a lo que el payaso de Morrison nos ha de mandar? Canturrea Juan, en tanto Jhon le acompaña dirigiendo una imaginaria orquesta con la defensa por batuta.
Mejor será que no nos llame en toda la patrulla. Tercia Jhon guardándose la porra.
¿Qué te parece si vamos a descansar un rato al Durango socio?
Me parece Juan, me parece.
Pues ejecuta tú el plan a mí me da risa y se me puede notar.
Jhon coge el micro y dice: Oscar 0, Oscar 0, aquí Lince 26.
Adelante 26, aquí Oscar 0. responden desde la centralita de la comisaría.
Nos ha comunicado una señora que hay un tipo raro merodeando por su chalet, cerca del Durango. Solicitamos permiso para echar un vistazo.
26 permiso concedido, cambio y cierro.
El agente de comunicaciones sonríe y se rasca la cabeza, piensa seguro de acertar que esos chicos nunca cambian; eso del Durango es más viejo que el edificio donde se encuentra la comisaría.
Aún mantiene la sonrisa en sus labios cuando aparece el sargento Morrison, que de inmediato le pide novedades.
¿Algo nuevo Jack?
Nada importante, todo marcha como la seda. Responde este con toda tranquilidad.
Es igual, veré si hay alguna comprobación atrasada, no quiero que los chicos del 26 descansen esta tarde.
¡Ah se me olvidó! Ejem... . Carraspea. Los del 26 han solicitado permiso para localizar a un merodeador...
No sigas. Corta Morrison. ¿Por casualidad no será en el Durango?
Me temo que sí.
Mierda esta vez me los paso por la piedra, palabra. Se lleva los dedos a los labios, formando una cruz, y lanza un beso rabioso entre ambos.
Sale maldiciendo directo al despacho del Jefe de servicio. Aunque éste último le dirá lo de siempre, como si lo viera.
Paciencia Morrison, si tienes la seguridad de que te toman el pelo y puedes demostrarlo, hazlo constar en la hoja de servicio.
¿Cómo demonios quiere que lo demuestre?
Tú sabrás, buenas tardes Morrison... cierra la puerta al salir.

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