viernes, 8 de marzo de 2019

Capítulo 11º.



18 horas del miércoles. Jefatura.
Nada más llegar a la Central y apenas me he sentado en mi butacón  entra Monroe, otro de los especímenes que tengo a mis órdenes.
¿Qué ocurre detective? Pregunto sin muchas ganas, a la vez que me llevo las manos a la cabeza, apoyo los codos sobre la mesa, y me doy un ligero masaje con ambos pulgares sobre mis sienes; no sé es como un acto reflejo, es como si ya intuyera que me da a dar una jaqueca inminente.
Malas noticias señor comisario, acabamos de recibir este fax del laboratorio. Se trata del resultado de una dactilografía proveniente de las entradas internacionales en el aeropuerto. Me dice enseñándome ostensiblemente un folio que sostiene en su mano.
Se lo tengo casi que arrancar de allí y, comienzo a leerlo.
Maldita sea... . Carraspeo. Vaya por Dios, han detectado en el control de huellas la presencia de un peligroso y buscado terrorista... Luis Krant. Moví la cabeza ladeándola lentamente, a la vez que hacía una mueca de preocupación.
Un buen elemento si señor; se le suponen más de cien asesinatos según el informe, y como podrá comprobar...
Le interrumpo con un rápido y cortante gesto de mis manos. Este tío me tiene hasta las narices.
Escucha Monroe; no preciso que me digas que pone en el informe, casualmente sé leer desde mi paso por la escuela primaria, y desde entonces ha llovido bastante ¿vale?. Ahora sal de aquí y cierra la puerta al hacerlo, por favor, ya te llamaré si te necesito para algo... Adiossss. Le dije remarcando de forma obstensíble las eses.
De acuerdo señor comisario, siempre a sus órdenes... si me necesita...
Adiossss... Monroe salió por fin.
Cuando me harté de maldecir al jefe de personal por la plantilla que me había proporcionado, me concentré de nuevo en el informe que tenía delante de mí. Un completo dossier del malnacido de Krant,
Luis Krant, alias el Carnicero de Belfast. Un gran hijo de puta proveniente del este europeo, de donde escapa perseguido por el KGB; se instala en Irlanda del Norte, en concreto en Belfast, como canta una parte de su alias, y en donde en poco tiempo se convierte en un hombre clave en numerosas e importantes operaciones de la insurgencia anti británica, llevando acabo diversas acciones terroristas de gran calado bajo la franquicia del IRA.
Desaparece del norte de Irlanda cuando Scotland Yard parece cercar a nuestro hombre. Se desconoce donde ha permanecido los dos últimos años, aunque se supone que haya estado en Libia, donde con toda seguridad ha  perfeccionado su forma de trabajo.
Queda probado por este gabinete que el tal Carnicero de Belfast o Luis Krant, ya había operado, antes de darlo por ilocalizable, en nuestro país. Y en concreto en acciones con artefactos explosivos, en los que se produjeron numerosas pérdidas humanas. También es necesario reseñar que según los datos aportados por diferentes agencias de seguridad, tanto nacionales como internacionales, nunca actúa en equipo; y la mayoría de sus víctimas no tienen nada que ver con sus verdaderos objetivos, son solo daños de los llamados colaterales.
El dossier no acompañaba foto del sujeto, ya que  ni los soviéticos, ni ninguna de las agencias de inteligencia nacionales e internacionales parecían disponer de algo tan elemental como eso, una maldita imagen.
Un bonito regalo para occidente habrá pensado el KGB.
Ni siquiera el nombre era el suyo real, ya que L.K. eran las iniciales del nombre en clave dado a las huellas dactilares aparecidas entre los restos de artefactos explosivos, recogidas en diversos atentados terroristas.
La foto, aunque no existiera, yo ya tenía su imagen en mi memoria, detrás de aquel bigote, bajo el sombrero, y su mirada casi oculta por esas enormes gafas, había sin duda alguna un rostro y yo estaba seguro que cuando volviera a encararlo lo reconocería de inmediato. Algo en mi interior me estaba diciendo que Krant y el tipo de la sonrisa misteriosa eran la misma persona, y ese pensamiento empezaba a revolverme el estómago.
Me sirvo un trago de bourbon, lo necesito...
De pronto empiezo a comprender, me da la sensación de que mis neuronas van por libre, pero no, solo que van uniendo los hilos de una dolorosa historia que me atañe muy personalmente. El fue el responsable. Mis manos se crispan sobre el vaso; unas lágrimas pugnan por salir. A mi mente vuelven desde el pasado, como si fueran de ayer mismo, imágenes de los días que menciona el dossier sobre la segura visita del Carnicero. Vaya si lo recuerdo; el odio me invade, puedo palpar la aglomeración de adrenalina que se agolpa en mi atormentado cerebro.
Cada paso un cadáver, cada día varios muertos. Ese hombre era peor que el caballo de Atila que por donde pisaba no volvía a crecer la hierba, era un auténtico malnacido; sin duda alguna el hijo bastardo del mismísimo Belzebut.
Apuro la copa de bourbon y recompongo mi figura. Llamo a Monroe y le doy una orden escrita para que la curse de inmediato a todas las comisarías del área metropolitana.
Señor comisario ¿puedo preguntarle algo? Me espeta el inspector, después de echar un vistazo al documento que le acabo de entregar.
¿Sí?.
Pues si como desea, nos pasan todos los homicidios que ocurran en la ciudad y su zona de influencia durante los días que dure el congreso, vamos a tener que hacer más horas que un reloj.
¿Y cuál es la pregunta? Le digo haciendo un obstensible gesto con las dos manos abiertas, no sin ciertas ganas de darle un par de collejas.
¿Acaso van a traer más agentes para que nos ayuden?.
Negativo; adiosss Monroe, cumpla con lo ordenado, y no haga más preguntas estúpidas.
De acuerdo señor comisario. Monroe se marcha murmurando algo relativo a un reloj.

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