domingo, 10 de marzo de 2019

Capítulo 7º.



Alejandra y Karl Patriksen. A pesar de todo el amor.

La vida es dura y con bastante frecuencia cruel, cruel hasta hacerse insoportable. Para los que aman, el dolor que esta produce se ve mitigado cuando en los brazos de la persona amada el tiempo se detiene y el mundo y todo cuanto lo conforma desaparecen como por arte de magia; todo, absolutamente todo, menos la persona amada. Y algo de esa magia se queda entre los dos y te envuelve cuando entregados el uno en los brazos del otro se dan, sin pedir nada a cambio, con el más sublime de los gozos el puro e inalterable amor de los verdaderos amantes.
Todo se olvida en el calor del hogar cuando se juntan los dos. No se ven durante el día, es al atardecer, con la última luz del astro rey, el momento en que pueden renovar sus votos.
Alejandra trabaja todo el día fuera del hogar, desde que su amado esposo sufrió el espantoso accidente que le postró en una silla de ruedas en la que, por no poder pagarse una cara intervención quirúrgica, que el seguro médico que tenían se negó a pagar y la impasible seguridad social les deniega una y otra vez, deberá permanecer en ella durante varios años hasta que consigan reunir el dinero suficiente para costearla.
Son jóvenes, y por eso piensan que todo pueda volver a ser como antes y que ahora anhelan y sueñan.
Karl estudia con ahínco, es lo único que puede hacer en su situación, aprende electrónica por correspondencia, y espera tener algún día su propio taller de reparaciones; ahora solo desea que el tiempo corra, que pasen los días, las semanas, los meses y los años.
En su propia cárcel espera que lleguen tiempos mejores. Desea valerse por sí mismo, sacar a su joven y amada esposa de aquel barrio donde viven, o mejor dicho donde malviven. Teme, y no sin cierta razón, que un día la ataquen para robarla o violarla; hay demasiado drogadicto, facineroso y obseso suelto, y ella es tan bonita.
Cuando se sientan uno al lado del otro, a charlar del trabajo de ella o de los progresos de él, o solamente a ver la televisión como una pareja cualquiera antes de acostarse, todo parece como si fueran los primeros y felices tiempos. Karl sueña despierto que puede andar y su esposa Alejandra le espera con sus dos preciosos niños, rubios y alegres como él. Sueña que viven en una de esas casas de las afueras, con un amplio porche y un bonito jardín con dos autos a la puerta.
Solo son sueños, sueños de personas que a pesar de la adversidad y las patadas de la vida se aman y se quieren sin tapujos, sin interés, de verdad.

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