Tres de la mañana del jueves. Camino del Hospital General.
Monroe y Smith se dirigen hacia el hospital, han recibido una comunicación de homicidios. Al parecer una joven ha sufrido el ataque de un sádico que, después de violarla, la ha intentado quemar viva.
Nada más llegar al aparcamiento del centro hospitalario, son abordados por uno de homicidios.
Está muy mal chicos. De todas formas ya tenemos una declaración, a ver que os parece. Monroe coge el papel con una sonrisa cínica y se lo devuelve enseguida.
Quiero todo lo que tengáis, ropa, efectos, en fin todo lo que hayáis recogido. Si no es molestia. Incide acelerando el paso hacia la entrada principal.
Claro, No hay problema. A mandar.
Oye socio, dice Monroe sin detenerse, esto no es idea mía, soy solo un currito como tú. ¿Ok?.
Si, si, bueno, tranquilo. La chica está allí. Dijo el agente de la brigada de homicidios, señalando al pabellón de urgencias.
Monroe y Smith se dirigen sin más preámbulos hacia allí.
Buenas noches, somos policías. Dice Monroe enseñando su placa al celador del pabellón. El hombre hace un gesto de visto bueno y pregunta.
¿En qué puedo ayudarles?.
¿Dónde está la chica quemada que han traído esta noche?.
Elizabeth C. D. Interrumpe el celador como un autómata.
Monroe pone cara de no entender y... ¿Qué?.
Que se llama Elizabeth C. D. la chica quemada. La que parece buscan, al menos eso es lo que tengo anotado. Remata el celador en tanto consulta el ordenador.
Vale, vale, ¿en dónde está? No tenemos tiempo que perder. El del hospital levanta su vista del monitor, y lo más amable posible le espeta: en eso estoy, y ella en el quirófano tres... Bueno o dentro o en camino a él...
No ha acabado de decir las últimas palabras cuando los agentes desaparecen como un exhalación en dirección a los quirófanos.
El de la puerta se queda con la mano a punto de indicarles la dirección a los inspectores que ya se han perdido por los pasillos.
Por aquí Smith. Llegan al quirófano justo en el momento en que están entrando a la joven; sin esperar invitación se cuelan dentro.
Ustedes no pueden estar aquí. Salgan inmediatamente o llamo a seguridad... mejor lo hago. Grita como poseído un médico con bata verde.
No dé la nota, somos de los buenos, somos policías. Le hace ver Smith poniendo su placa a la altura de los ojos del doctor.
Me importa un bledo lo que sean. Esta joven ha de ser intervenida de inmediato, su vida corre peligro. Así que largo, ya hablaré más tarde con sus superiores.
Oiga doctor o nos deja hablar con ella o tendremos que llevárnosla para interrogarla. Intervino Monroe. Smith apoyó a su compañero con la cabeza, haciendo un significativo movimiento de cabeza.
Escuche, esto es seguridad nacional, si no nos deja interrogarla y muere le voy a hacer, personalmente, la vida imposible. Ante las palabras amenazadoras del inspector el doctor cedió.
Pero solo un minuto.
Seguro... Cuente con ello. Zanjó Monroe.
Smith, sin levantar la voz, ya interroga a Elizabeth.
¿Puede escucharme joven? Elizabeth responde con un casi imperceptible gesto afirmativo. El inspector sonríe y continua.
Muy bien, eres muy valiente. Prosigue. Somos policías y pretendemos coger al canalla que te hizo ésto. Es muy importante que nos cuentes lo que recuerdes para ello.
Antes de desmayarse, la joven, haciendo un gran esfuerzo y les prestó una valiosa información acerca del agresor.
Buena chica... Dijo el agente, tocando cariñosamente el hombro de la joven; se dirigió al de la bata pidiéndole:
Adelante, ahora les toca a ustedes, salven a la chica, es solo una niña.
Lo intentaremos, y ahora por favor márchense de aquí.
Ok y adiós. Los dos inspectores abandonan el hospital con la declaración de Elizabeth y las escasas pertenencias de la misma.
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