domingo, 3 de marzo de 2019

Capítulo 16º.



 El día está a punto de acabar, dentro de pocos minutos entraremos en el jueves. Quedan solo treinta y siete horas hasta la clausura oficial del congreso.
 No puedo dejar de pensar en la forma de atrapar a Krant. Aunque ya tengo un plan diseñado, se por experiencia que siempre el factor suerte es determinante, más aun cuando se trabaja contra el reloj.
 A mis cuarenta y cinco años de edad, y ocupando el puesto de comisario especial anti terrorista, no puedo dejar escapar la oportunidad de atrapar a uno de los más buscados terroristas. Aparte de ser un broche de oro para el puesto que por edad deberé abandonar en breve, supondrá el dulce sabor por cobrar una deuda pendiente.
 Cené ligero, la noche iba a ser larga, aun debía de poner en marcha la operación anti carnicero.
 Me serví una humeante taza de café bien cargado de café y de azúcar; con él en la mano salí al porche trasero. Aquí en el jardín me siento a gusto. Mientras el dulzón líquido reconforta mi estómago, surgen los recuerdos, revivo los momentos pasados junto a mi esposa y las niñas cuando...
 Todavía puedo oír sus risas, la dulce y cálida de Jeannine, y las alegres e infantiles de Anne y Betty; de nuevo juegan ante mí, las veo tan nítidas que parecen reales; me río de las pequeñas mentiras que a menudo nos contaban para conseguir sus deseos de niñas.
 Envuelto entre tantos recuerdos me siento al lado de la bicicleta de Anne, la mayor de mis hijas.
 Papá, papá, mira como corro, a que no me coges.
 Ya lo creo, ahora verás. Su risa de niña querida y mimada resuena de forma clara en mi mente, incluso puedo oler sus perfumes. Unas fugaces lágrimas hacen que se me erice la piel.
 Apuro el café de un trago, justo en el instante en que suena el timbre de la puerta.
 Dejo la taza vacía al pie de la bici y me acerco a la puerta principal. La abro.
 ¡Ricardo... Buenas noches!. ¿Que tal estás?. Si había alguien en el mundo que no me apetecía ver, ese era desde luego el que acababa de  interrumpir mi intimidad.
 No se si son buenas o malas noches, solo quiero saber una cosa: ¿qué se te ha perdido por estos lares, Manzano?. Le hice la pregunta, que desde hace tantos años, como los que él llevaba trabajando en ese periodicucho y yo en la policía, le venía haciendo cada vez que ante mí se aparecía. Hizo la mueca burlona con que de costumbre solía emprender su contraataque. Después de pasar, me echó su brazo de Judas por encima del hombro, y en plan zalamero...
 Verás, un pajarito me ha dicho algo no apto para cardíacos, me gustaría contrastar la información contigo; así luego no podrás decir que publico noticias sin rigor informativo.
 Me asombras, sonrío, no puedo creer lo que ven mis ojos y oyen mis oídos, que un maldito escritor de panfletos quiere contrastar una información conmigo. ¿Pero de verdad eres tú o sigo durmiendo y se trata solo de un sueño?.
 No seas sarcástico amigo. Dice Manzano haciendo un gesto de perplejidad.
 ¡Vaya! Ahora somos también amigos... En fin, dime por esa bocaza, no tengo toda la noche.
 ¿Porqué no me invitas a algo como es costumbre por aquí?. Preguntó adentrándose en mi casa.
 Vamos al porche de atrás, estaremos más cómodos. Dije por decir algo, aunque poco convencido de la utilidad de mi propuesta.
 Manzano fue directo a la pequeña bodega que tan bien conocía. El redactor jefe del diario sensacionalista El Gran Noticiero, es un antiguo compañero de la universidad, y un pájaro de cuidado.
 ¿Cuánto tiempo hace que nos conocemos, Ricky?. Preguntó alargándome una copa repleta de bourbon.
 Mucho, incluso demasiado para mí y cualquier mortal. Le contesto pegando un trago al whisky. Manzano hizo una mueca entre reprobadora y sonriente.
 Calculo que veinticinco o veintiséis años. Por lo menos. Interrumpo.
 Y no hemos dejado de vernos ninguno de esos años. Me dice a la vez que sonriendo abiertamente me señala con el dedo índice de la mano con que también sostiene el vaso de licor. El bourbon amenaza con derramarse por el suelo.
 Cuando por fin se lleva el vaso a la boca, le pregunto.
 ¿Manzano, estás intentando llegar a algún sitio en concreto?.
 Siguió riendo de la misma y desagradable forma con que lo hacía.
 ¿Sabes Ricky?. Por que tú por muy comisario especial que seas, siempre seguirás siendo Ricky para mí. Creo y esta es mi información, que ocultas un dato que la opinión pública debería de conocer,
 ¿Vaya, vaya, ahora se llama opinión pública, a la compra y venta de información?.
 Yo no inventé el capitalismo, pero es así... Se trata de la opinión y ponle el adjetivo que quieras, pública o privada, lo mismo da que da lo mismo.
 No hay nada que interese a la opinión esa. Me cierro en banda, aunque eso casi nunca funciona con esta víbora.
 Apura su bourbon y se acerca a la bicicleta de Anne, me mira, sonríe y se arrodilla para coger la taza de café.
 No sea que se rompa en un descuido, esto está tan oscuro. La lleva dentro, a la cocina.
 ¿Has estado pensando en ellas?
 Siempre, ¿acaso es raro que piense en mi mujer y mis niñas?. En estos días hace cinco años que fueron asesinadas. Manzano hace un gesto de comprensión  en interviene. Lo recuerdo como si fuera ayer.
 Te creo Manzano, aunque todavía no alcanzo a entender a qué viene esto. Vaya, vuelve a interrumpir, entonces ¿la información que tengo es cierta?. No comprendo, ¿a dónde quieres llegar?. Está claro el Carnicero de Belfast está aquí.
 Manzano ríe como poseído. Está seguro de tener un as en la manga. Se deleita con lo que cree saber. Extrae un puro de su chaqueta, me lo da, se saca otro para él y después de darme fuego se lo enciende.
 No es preciso que lo desmientas, sonríe como el bravucón que es.
 Esto ya no estaba en mi mano, no iba a poder impedir que corriese la noticia como la pólvora. Mantuve silencio, le escuchaba.
 Solo júrame que vas a hacer una cosa Ricky... Mátalo... Mátalo como al perro rabioso que es. Sus labios escupían pequeñas e indiscriminadas gotas de saliva, repitiendo de forma insistente la frase.
 Márchate Manzano, y por favor no publiques nada.
 Se apostó en la puerta del porche, se sirvió otra copa, se la bebió de un trago, y apuntándome con el puro dijo. De acuerdo Ricky, lo haré por ti y por una productiva cacería, pero a cambio te pongo escolta fotográfica, quiero tener la primera foto de la presa.
 Me tenía atrapado, como de costumbre, amigos para esto. Tuve que aceptar, pero...
 Sin focos. Dije.
 Sin trampas. Contestó.
 Cuando vuelvo a quedarme solo, recuerdo de nuevo aquel fatídico día. Jeannine y mis niñas, debajo de aquellas mantas, tan quietas, solas y muertas para siempre. Sus frágiles y queridos cuerpo yertos.
 La hiena que arrancó para toda la eternidad sus vidas, está aquí de nuevo, justo en mi ciudad, justo donde lo espero desde hace tanto, de donde nunca más volverá a salir.

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