Siete horas del viernes. Avenida del Parque.
El coche patrulla se detiene ante un edificio de apartamentos. Situado en la misma avenida, arteria principal de este desfavorecido barrio. Centro geográfico de esta peculiar ciudad sin ley, que vive marginal a la rica y esplendorosa metrópolis. El desempleo, el alcohol y la droga es una norma, un hábito en la mayoría de las familias que la habitan.
Uno de los agentes se apea del auto, el tanto el otro permanece dentro, a la espera. El primero, con un sobre en la mano y arreglándose la corbata se encamina hacia el portal.
Se puede apercibir el descuido y el abandono que impera en el inmueble, buzones rotos y paredes sucias y con pintadas es la tónica general. El agente traga saliva y esquivando desperdicios llega al ascensor.
Maldita sea, averiado y son seis pisos, está visto que hoy no es mi día... Vaya mierda de misión. Por fin, ya casi sin resuello, llega arriba.
Veamos... Puerta 5... Si allí. Toca el timbre de la puerta y espera a que abran. Un hombre en silla de ruedas lo hace; el agente, respetuosamente se quita el sombrero. Pregunta.
¿Señor Karl Patrikssen?.
Si, soy yo... ¿Han encontrado a mi esposa?. Pregunta ansioso Karl.
El agente repentinamente enmudecido, le alarga una fotografía extraída del sobre que porta.
¿Puede reconocer a la mujer de la foto?. Pregunta escuetamente.
Karl, con manos temblorosas, examina la foto; no puede evitar que unas pocas lágrimas, llenas de amargura, caigan sobre ella. Con voz trémula confirma. Si es Alejandra, es mi esposa.
El agente expresa torpemente un pésame. Karl hace girar su silla y absorto se aleja de la puerta del pequeño apartamento. El policía le sigue.
Esto... Señor, verá... En comisaría, el oficial Morrison me hizo saber su estado físico; me pidió que lo comprobara, y de ser positivo que me ponga en contacto con la asistencia social, claro a menos que usted mismo pueda hacerlo...
Karl apenas si había escuchado la perorata del policía; poco le importaba ya la asistencia social. Miraba fijamente las fotos de ella junto a él; eran otros tiempos, días felices, días de miel y hojuelas; cuantos proyectos. Todos y cada uno de aquellos días pasaban como un maremoto revuelto por su mente, como si de una película se tratara. Una película en la que ellos eran los felices protagonistas. Apenas se apercibió de que el agente ya se había marchado; extrajo un pequeño revólver que mantenía guardado en el armario del dormitorio.
El agente de policía acababa de empezar a bajar hacia el cuarto piso, cuando sonó la seca detonación.
Karl ya estaba con Alejandra, si hay un lugar allí donde están.
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