Tener que alabar a los enemigos y sentir envidia de ellos es un poco morboso... Pero he de reconocer que el tal Martín tiene buen gusto. Su casa es muy bonita; un diseño cómodo de los espacios; en buena relación con la naturaleza, dispone de un amplio jardín con árboles y macizos de flores. Me encantan los porches, este puede verse desde el salón a través de un amplio ventanal. Me acerco a un piano, que en un plano más elevado domina la estancia. Este Martín me sorprende, pianista también. Levanto la tapa negra que cubre el teclado; se le ve muy nuevo, como si no se hubiera usado si quiera. Una tarjeta envuelta en tafetán rosa, con su lacito descansa entre negras y blancas teclas. La sostengo en mi mano, y con una traviesa sonrisa la empiezo a desenvolver. Manuscrita una dedicatoria... Dedicada a la mejor compositora del mundo, mi maravillosa esposa... Jeannine, mayo de 1982. Vaya, vaya, en esas fechas yo estaba por aquí... Si, claro, ya me acuerdo. Buen trabajo, la bomba del Mercado, treinta muertos por lo menos.
Sigo husmeando por la casa; arrugo la nota dejándola caer en un rincón. ¿Y si no le entregó nunca el regalo?... La tarjeta estaba aún envuelta en su paño de seda, sin abrir, dentro del regalo... Eso quiere decir... Claro, allí están los recuerdos. Las hojas de algunos diarios estaban enmarcados, perfectamente colocados en la pared a modo de sagrario. En ellos, los editoriales hablan de la Masacre del Mercado, así con mayúsculas. En las listas de muertos, habían nombres remarcados, concretamente tres, los de Jeannine, Anne y Betty Martín. Así que este tipo tiene motivos sobrados para odiarme, aunque a lo mejor le hice un gran favor. Lástima que no pueda preguntárselo.
Mientras llego a la conclusión de que lo mejor para el comisario y para mí, es que se reúna con su esposa y sus hijas, acabo de montar la trampa explosiva que será el pasaporte al otro barrio para este simpático hombre.
Detenemos el coche patrulla a la puerta del chalet. Mientras Jhon se apea y se dirige al timbre de la puerta exterior de la finca, yo anoto en incidencias lo que sigue. Son las 22.20 horas del jueves (diez minutos para el relevo). Estamos frente al nº 215 de la avenida de los Álamos. El agente Jhon Crawford ha llamado insistentemente pulsando el timbre de la puerta. Nadie responde por lo que optamos por abrir la verja y dirigirnos hacia la casa principal.
Parece que ya duermen. Dice Juan.
No se socio, es raro que no oigan el timbre. La apreciación de Jhon hace que ambos se tomen el asunto con más cuidado. Encienden sus linternas y aprietan las culatas de sus armas reglamentarias.
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