Diez treinta horas del jueves. Bar Pacífico.
Los hombres del grupo anti terrorista se encuentran casi en su totalidad en el bar; como muchos días de alerta, algunos muchachos, se juegan el almuerzo al billar.
Francoise, como de costumbre, presume ante quien le quiere escuchar de su último ligue. Es de los que dan pelos y señales. Alguien comenta “perro ladrador poco mordedor”. El de madre parisina no se da por aludido. Jeff haciendo como que no escucha la bravatas de Francoise, juega, ha de subir sus posaderas encima de la mesa de juego, pasa el taco por detrás de su espalda, pues la jugada a ello le obliga. En esa difícil posición deja caer adrede y encima del verde tapete del billar una foto de las automáticas. Un grupito de personas en paños menores se ven en ella. El buitre de Francoise se lanza sobre ella, pero Jeff se adelanta. El de la madre parisina ha reconocido a los hombres de la foto, y hace un gesto con el que señala alternativamente, con dos dedos, sus ojos y los de Jeff.
Con que esa era la peligrosa misión de anoche.
Ya lo creo. ¿Verdad Jeff? Intervino Delgado, sin apenas poder contener la risa.
Si, si, te lo juro Francoise, para peligrosa la rubia... Se llama Marie, y por cierto es parisina como tú. ¿A lo mejor la conoces?.
Si claro, seguro, muy, pero que muy graciosos.
¿Podéis presentármela?. A pesar de la tomadura de pelo, el inspector no pierde tiempo e inicia una de sus técnicas de ligue, ser imperturbable al desánimo. Al fin y al cabo son tres... Sobra una.
Ya veremos, depende de como te portes. Contestó Jeff, asintiendo Delgado con la cabeza.
Mirad chicos. Zanja Francoise. Para empezar a ganármela, hoy pago yo el almuerzo.
Entre las voces del bar suena potente la del sargento Mohamed.
Vasta de juegos muchachos. El comisario quiere que estéis en los coches de inmediato, se trata de algo gordo. Ha pulsado el botón rojo.
Dejándolo todo, los hombres salen por piernas, de tal forma que si el enorme sargento no se aparta de la puerta habría sido pateado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario