sábado, 2 de marzo de 2019

Capítulo 21.



 Son las siete de la mañana, antes de que suene el despertador, me levanto y lo apago, me desperezo. Empiezo a soltar mis músculos, uno a uno, empiezo por los dedos de los pies, talones, piernas rodillas. Con las manos en jarras muevo mis robustos glúteos y mis caderas, alcanzo la zona lumbar y estirando los brazos roto mi torso hasta hacer crujir las vértebras. Un día me rompo, pienso y continúo. Sigo con el cuello, poderoso, brutal y
Acabo con un contundente masaje en mi cuero cabelludo aligerando mi pelo de caspa y pelos caídos. Repito la operación de nuevo pero ahora lo hago empezando por arriba y yendo hacia abajo.
 Veo todo más claro, recuerdo todas las sensaciones de anoche, y eso me agrada, me gusta, me siento bien. Cosas de la vida, que se le va a hacer.
 Repaso de nuevo todos y cada uno de mis ligamentos, tenerlos en forma y listos es vital para mi trabajo. Hago girar las puntas de mis pies  sobre mis talones, uno a uno en tanto mantengo el equilibrio; luego hago otro tanto con piernas y rodillas; las hago girar lateralmente inclinando las caderas.
 El fuego fue potente, pienso mientras sigo subiendo, atacando cada zona de mi duro y atlético cuerpo, y noto como el olor a quemado aún persiste en mi memoria, no se borrará fácilmente, sonrío y me masajeo la barbilla y el cuello.
 La música, un tanto picante, que escucho y la tensión de mi curtida  piel bajo los efectos de los múltiples arañazos que recorren mi espalda  y mi tórax, hacen que al recordar los geniales momentos vividos esta noche se me excite el bajo vientre.
 Acabo de hacer girar los brazos sobre los hombros y noto como se hinchan los músculos, como cogen tono, luego los codos dejando colgar los antebrazos como si de una marioneta rota se tratara. Las manos hacen lo propio sobre las muñecas; antes de empezar con las flexiones, trabajo unos minutos mis dedos, para algunas garras.
 Media hora de flexiones bastan para acabar de conseguir un calentamiento suficiente.
 Bebo un vaso de zumo y salgo a correr un poco. Hay que conservar la forma física en perfecto estado.
 Ya en la calle me cruzo con un coche patrulla, el pringado que lo conduce me saluda sonriendo.
 Me adentro en uno de los innumerables jardines que anegan la zona; lo recorro durante un corto espacio de tiempo; por fin veo a los inútiles de la embajada, se les nota a la legua de qué van.
 Compruebo que no hay espías en las cercanías. Me dirijo hacia ellos, desacelero mi carrera, hago los movimientos propios de quien va a dejar de correr. Ya a su lado pregunto.
 ¿Hola buenos días!. ¿Saben ustedes si hay por aquí una tienda donde vendan hielo?. Necesito comprar una bolsa. Es la contraseña, y sirve para descartar que haya un lector de labios observando.
 Lo siento amigo, no hay ninguna por aquí, pero casualmente hemos comprado unas hace unos minutos en una gasolinera, si quiere le regalo una. Me dice entregándome una bolsa de plástico a rayas verdes y blancas.
 Vaya con los colores del Belfast Celtic Football Club, digo a la vez que compruebo que en su interior está lo que preciso.
 ¿Cómo?. Responde el moreno de la embajada. Nada, no he dicho nada olvide lo dicho. Pero antes de irme y ya sin esperar respuesta, tapándome disimuladamente la boca. La próxima vez, cuando escondáis algo, no olvidéis esconder también los cilindros del gas, así no dejaréis evidencias.
 Vuelvo al piso. A las once ya he acabado de preparar los nuevos explosivos. He montado un auténtico y espectáculo, una orgía de fuego y destrucción.
 Bueno, ahora he de llevar las bombas a un lugar seguro, a ser posible cerca del Palacio de Congresos.
 Me he puesto ropa de ejecutivo, he de evitar levantar la más mínima sospecha, ya que la zona próxima al palacio se halla plagada de polis y yupies. Me haré pasar por uno de ellos.
 No encuentro mi cartera, mierda tengo en ella todos mis documentos de identidad, falsos por supuesto. Busco por todas partes, no quiero pensar que halla podido extraviarla en el lugar de la fiesta de ayer. Nada que no la encuentro. ¿Y si la hubiera caído en el coche?. Reconozco de inmediato que no es nada descabellado que sea esto último lo que pasó.
 Tengo que comprobarlo de inmediato, si los polis localizan el auto, estoy vendido, conocerían mi cara. Maldita sea, soy un estúpido, en que mierda estaba pensando. Debo dar con la cartera antes que ellos, de lo contrario se me va a poner difícil el colarme en el Congreso. Debo arriesgarme a volver donde aparqué el vehículo, con los inútiles de la embajada no puedo contar.

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