domingo, 24 de febrero de 2019

Capítulo 37º.



 Cuatro horas y quince minutos de la madrugada. Cercanías del 215 de la Avenida de los Álamos.
 Llegamos unos minutos después que Monroe, Smith y Francoise; los tres esperan preparados en las inmediaciones de la casa, provistos de chalecos anti bala y esgrimiendo subfusiles automáticos.
 ¿Habéis observado algún movimiento dentro de la casa?. Pregunto a Smith que es el primero al que encuentro.
 En absoluto comisario, deben de estar dormidos. Recalca Smith.
 O muertos. Interviene Monroe. Buenas noches jefe, estamos preparados.
 Bueno, acercaros todos. Le pido a los muchachos. No quiero que ocurra lo de ayer, para ello vamos a actuar de inmediato, sin demoras y con contundencia. Asumo cualquier responsabilidad. Los hombres asienten. Os quiero a todos con casco, gafas y máscaras anti fragmentos; esto es una situación de guerra.
 Tú Jonatan coge el bazoka, ponle un proyectil revienta puertas de baja intensidad, será suficiente para volar la entrada sin destruir la vivienda; te pones en posición cuando estemos los demás desplegados; a mi orden vuelas la entrada principal, después coge tu fusil de precisión y aniquila a cualquiera que se mueva dentro o fuera de la casa, salvo a nosotros. Jonatan asiente con una sonrisa y un leve saludo. Hago un ligero paréntesis, en tanto me pongo el equipo de asalto y compruebo que todos hacen lo propio.
 Monroe y Francoise, desplegaros por la derecha; Smith y Jeff por la izquierda; yo y Delgado atacaremos por el centro.
 Nos movemos con sigilo; los hombres se despliegan a ambos lados de la casa. Protegidos por la escasa luz podemos acercarnos lo suficiente. Alcanzamos la cancela exterior; al lado de la acera puedo observar algunas  manchas de sangre, junto a la única farola en veinte metros, seguro que es donde los policías de Lince 26 fueron asesinados, observo también multitud de cristales rotos de la ventana del coche patrulla.
 Avanzamos unos treinta metros amparados por macizos de rosas; veo que los hombres están desplegados y listos, y doy la orden a Jonatan para que vuele la entrada. El proyectil, con su silbido característico pasa veloz  sobrevolando nuestras cabezas e impacta en el dintel de la puerta. Apenas estalla nos lanzamos a una incierta carrera hacia la casa. podemos sentir el efecto de la onda expansiva y como algunos pequeños fragmentos de la pared y la puerta chocan contra nuestros cuerpos, aunque esto no nos detiene; es como correr contra un furioso vendaval. A pesar de que el calor de la explosión se hace notar continuamos y no dudamos un segundo en arriesgar nuestras vidas, apretando fuertemente nuestras armas. Delgado alcanza la casa antes que yo. Casi simultáneamente lo hacen el resto de los hombres.
 Los cadáveres apilados en el suelo en un rincón del salón actúan como un revulsivo. Si Krant sigue allí, no saldrá con vida aunque se rinda.
 Recorremos todas y cada una de las habitaciones del chalet, una a una, dispuestos a matar o morir. La fortuna tampoco quiso acompañarnos esta vez, aunque no habíamos sufrido baja alguna, acabábamos de perder una nueva oportunidad de dar caza al odiado krant.
 Minutos después los chico de homicidios se hacían cargo de redactar todos los informes; mis hombres precisaban un pequeño descanso.
 son prácticamente las cinco de mañana, tenéis hasta las ocho... Si es que no hay más novedades. Al que le queden ganas puede irse a casa a descansar y ver a los vuestros, esto no ha acabado aún... En vuestros coches, por supuesto, los oficiales a Jefatura. Aquello último era una putada para los muchachos, ya que con las grandes distancias de la metrópolis, en tres horas, ir a jefatura, coger sus autos, marchar a casa y volver antes de las ocho, era del todo imposible; así que las protestas de los hombres arrecian.
 Está bien. Debo ceder. Llevaros los oficiales, pero no los dejéis en la calle, yo volveré en un patrulla. iros antes de que me arrepienta. Jonatan se retrae, se cree fuera del equipo de inspectores. Voy a intervenir cuando Delgado se me adelanta de nuevo, le agarra del brazo y le dice.
 Espabila socio o te quedas aquí, yo te acerco. Jonatan me lo agradece con la mirada, me hago el desentendido. Se van.

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